Lo cotidiano, el silencio, la caricia. Gente desolada, desnuda o confusa. El desencanto de unos ojos sin mirada. El hastío de la sangre y la flaqueza de una luz. El color del pesimismo o un espacio mal ocupado; ya sea una cama, un espejo o un corazón. Una vida insulsa, un error propicio, un abrazo y un disparo. Saturno devorando a sus hijos. La manzana y la serpiente. La paradoja del vivir? En definitiva, el azar de todas las cosas. Si Elefantiasis fue un libro de anunciación y contundente llegada, La suave piel de la anaconda lo es de refuerzo vibrante e identidad. Raúl Ariza ha conseguido en poco tiempo un estilo propio y reconocible, una temática y hasta una extensión propias. Lo que a muchos escritores les lleva décadas -y algunos quizá nunca conseguiremos- él lo ha logrado en dos años y con dos libros. Ángel Olgoso