Los diecinueve relatos que componen Discordancias abordan la soledad como hija legítima de la miseria emocional que, con el paso del tiempo -que nos estropea-, coloniza nuestra vida, convirtiéndose en un parásito perfectamente adherido a la piel. Pero hay en ellos el humor negro, ácido, disparatado, que emana por los poros de su autora como si de la incontralable lava de un volcán en erupción se tratara. El lector, exhausto -aunque algo aliviado por esas imprevisibles y geniales trazas de humor negro- espera escondido bajo una salvadora sábana un final desgarrador, sin salida, pero se ve recompensado por un destello de ilusión, de vida más allá de la vida, de esperanza. Elena Casero nos embiste con su visión tragicómica de la vida. Aquí las teorías no sirven. Sólo existe la experiencia vital, la vida vivida. Porque ésta, la vida, es una tragedia. Y una comedia también. O no.