Los griegos concebían el amor como una especie de enfermedad, de locura u ofuscación que proviene de fuerzas superiores, ajenas a la propia voluntad, a las que la víctima no puede sustraerse. Es un poder ejercido por los dioses del amor, Afrodita y Eros, sobre todos los otros seres (dioses, hombres y animales), a los que manejan a su antojo. Estos dioses son los que provocan la pasión amorosa, esa "herida en el corazón" (literalmente, porque suele describirse como originada por las flechas que disparan). Pero tal es la fuerza que generan que incluso ellos mismos la reciben sobre sí y se ven envueltos en su propia trampa. De modo que también Afrodita y Eros protagonizan historias de amor, y derraman a veces lágrimas amargas. Se hablará en una primera parte sucintamente de estos dioses: su nacimiento, sus principales atributos y características, su iconografía, así como de algunas de sus apariciones más importantes en la literatura griega, y se narrarán sus historias (de amor principalmente) más relevantes. En una segunda parte se referirán, de entre los numerosísimos relatos de enamorados, aquéllos en los que el papel de estos dioses es especialmente significativo y explícito en las fuentes literarias griegas: el de Helena y Paris, el de Fedra e Hipólito y el de Medea y Jasón.