Con el telón de fondo de una ciudad trastornada por el revuelo de las elecciones y la amenaza de un subsuelo que parece rebelarse (las alcantarillas empiezan a vomitar toda su inmundicia, sale a la luz un viejo cementerio judío), una mujer cuya principal misión consiste en escribir discursos para los políticos de turno, se verá inmersa en una imposible y alucinada historia de amor con un extraño domador que proporciona animales salvajes al ultramoderno Zoológico de la ciudad.
Narrada con la sabia dosificación a la que nos tiene acostumbrados Pilar Pedraza, y no exenta de un tono irónico que a menudo desemboca en el humor, Piel de sátiro nos invita a una suerte de safari urbano (del taller del taxidermista al matadero, pasando por el Zoo, el laboratorio y el criadero) donde se pone en evidencia nuestra relación abusiva con los animales salvajes y el entorno y donde ese otro mundo, el de la política cotidiana (también lleno de depredaciones), es examinado con ojos de entomólogo, para revelar sus comportamientos codificados, que están casi siempre más allá de la ideología.