En efecto, El jaquemart es una ambiciosa recreación de la Barcelona del siglo XVII, protagonizada por un relojero obstinado en su lucha contra el tiempo, y a la vez un extraordinario ejercicio de estilo de dominio narrativo.
La peste asuela Barcelona en los últimos años del reinado de Felipe IV. Buenaventura Deulocrega, maestro en artes y medicina, llega al hospital de la Santa Cruz dispuesto a trabajar contra la epidemia. Allí conocerá a un personaje enigmático y sabio, Juan de Ameno, un relojero del rey que ha pedido asilo en las cámaras privadas del hospital para concebir lo que será su último proyecto: un jaquemart o autómata de bronce destinado a la torre de horas de la catedral. Buenaventura y Juan de Ameno asisten desde ese extraño refugio a los embates de un presente difícil y amargo, y forjan una extraña amistad parapetados tras una constante recreación del pasado que, en forma de fábula urdida con la sutileza de un mecanismo de relojería, parece salvaguardarles del paso implacable del tiempo.