En Algo se ha roto , Eugenia Kléber se adentra, con un talento innato de narradora, en una relación especular y compleja donde las haya: la que une o separa a una madre y a su hija.
Cuando, a sus cuarenta años, Irene rememora su infancia, su temprana huida del hogar, sus inquietantes relaciones con los hombres y, sobre todo, la presencia lejana pero necesaria, protectora pero impotente de su madre, muchas cosas adquieren de pronto otro cariz. Su propia tendencia a esquivar la realidad, ¿acaso no se parece a ciertas actitudes de su madre? Y, precisamente ahora que ésta la necesita, ¿cómo puede Irene cuidarla, animarla, vencer su propia apatía y aislamiento para que se produzca un cambio? Tal vez, mediante ese texto que Irene escribe en la habitación contigua a la de su madre, pueda darse el milagro de la comunicación entre ambas. Tal vez la muerte reciente del padre, ese personaje mediocre y severo que ha tiranizado la existencia de las dos, las ayude a acercarse entre sí. Porque ha llegado el momento de que madre e hija contemplen por fin la realidad desnuda.