Ciertos autores llevan en sus rasgos físicos la huella de algunos de sus personajes e, incluso, como en el caso de Hettche, llegan a asociarse para siempre en la mente del lector con la atmósfera misma de la novela, como en el caso de Nox , una historia muy cruda, turbadora sin duda, que explota con toda su violencia en la ya histórica noche del 9 de noviembre de 1989, la de la caída del muro de Berlín. No en vano y esto lo supimos más tarde Hettche, que entonces tenía 25 años, participaba esa noche, al igual que el narrador de Nox , en un coloquio literario cuando estallaron los hechos...
En efecto, mientras en una zona de Berlín se desarrollan los acontecimientos que pasarán a la Historia, en otra un joven escritor, que conoce a una extraña mujer tras un coloquio literario, muere degollado por ésta. En su diabólica odisea por las calles revueltas y vibrantes de júbilo de la ciudad, cuyas contradictorias reacciones parecen encarnarse en su cuerpo exacerbado por una incontenible e irracional pulsión sadomasoquista, esta mujer recorre el Canal Landwehr hacia el Este, donde se topará con un profesor de anatomía, un ingeniero de sonido, la obsesiva relación con un joven con el cuerpo totalmente tatuado y, en la frontera misma entre las dos Alemanias, con un temible perro guardián que consigue liberarse y emprende la persecusión de la joven asesina. Nada, tras aquella noche, seguirá siendo lo mismo: ni para la ciudad seccionada, cuya herida quedó de pronto abierta a la vista de todos, ni para la mujer que intenta huir de sí misma, del crimen cometido, de su propia herida atroz.