Todavía mal conocidos y hasta hace bien poco descalificados en su conjunto, los turbios años cuarenta en el cine español (1939-1950) se presentan, sin embargo, como un territorio de extraordinario interés para el historiador. El cine estaba controlado y protegido por la administración franquista, que intenta infructuosamente convertir el medio cinematográfico en mecanismo de propaganda del ?Nuevo Estado?. No obstante, las divergencias ideológicas internas y, sobre todo, la necesidad de los productores de mantener el contacto con un público popular hacen que se mantenga en ocasiones, y contra lo que se podría suponer, una continuidad, si bien dificultosa, con determinadas corrientes culturales que provenientes de la República y de formas anteriores de la cultura popular de profundo calado antropológico alimentan pese a todo los títulos más importantes del periodo. El análisis histórico y estilístico de algunos de esos films de especial relevancia nos permite aproximarnos a las rugosidades, las contradicciones, las ambigüedades y a las profundas huellas de su tiempo. Finalmente, ciertos cineastas muy destacados (Carlos Serrano de Osma, Lorenzo Llovet-Gràcia o Edgar Neville) merecen un estudio detenido al lado de los más conocidos, y nada desdeñables, directores ?del régimen? (Rafael Gil, Antonio Román, Juan de Orduña o José Luis Saénz de Heredia).