Los cambios introducidos en el conjunto de la industria cinematográfica tras la Primera Guerra Mundial tuvieron como consecuencia el hundimiento de las escasas productoras que quedaron en pie en Barcelona a comienzos de la década, dejando a la balbuceante industria madrileña como protagonista absoluta de la producción nacional del periodo. Pero esta, aunque a medio plazo no gozaba de mejores perspectivas, tuvo el acierto de llevar a la pantalla una zarzuela, La verbena de la Paloma (José Buchs, 1921), cuyo gran éxito no solo permitió la supervivencia de la producción cinematográfica española, sino que determinó su desarrollo durante toda la década. Este será pues nuestro punto de partida. En el extremo opuesto, el comienzo de la producción de películas sonoras marca un cambio radical en la historia del cine y en España las primeras realizaciones de este tipo datan de 1928, pero la industria existente fue incapaz de incorporarse a la nueva tecnología y se necesitó un proceso lento y errático hasta que se generalizó, ya en los años treinta.