La personificación del año, las estaciones y su relación con trabajos o actividades rurales ?el denominado mensario o menologio? es uno de los temas cuya iconografía ha de remontarse a la Antigüedad de los que se apropió el Medioevo. Durante los siglos XII, XIII y XIV, las faenas del campo representadas no son muy diversas: las vides y el vino son el tema central de los meses de marzo (poda), septiembre (vendimia) y octubre (trasiego del vino); el trigo y el heno (siega, maja, trilla y transporte) ocupan los meses de junio, julio y a veces agosto, y la matanza del cerdo es representativa de los meses de noviembre o diciembre, donde alterna con el arado y la siembra o el banquete. Sin embargo, desde mediados del siglo XIII, se observa una tendencia a la desaparición de los calendarios en los programas monumentales, la cual se corresponde con el mayor número de repertorios incluidos en la ilustración de manuscritos que implica un renacimiento del tema en el siglo XV. Las fuentes literarias hispanas a las que a menudo se ha recurrido para la interpretación de las tareas rurales son el Libro de Alexandre, obra de mediados del siglo XIII (entre 1182 y 1250), cuyos meses son pintados en las coplas 2555-2566, indicando la producción agrícola y ganadera ?vino, grano, cerezas, higos, gallinas, cerdos?; el Libro de buen amor (ca. 1330-1348) del Arcipreste de Hita y el Breviari d?amor, cuyo carácter moralizante, que da cabida a temas religiosos y profanos, incluido el calendario, lo convirtió en texto fundamental de las bibliotecas nobiliarias de la época.