Entre 1908 y 1910, Valle-Inclán se propuso abordar narrativamente el asunto épico por excelencia: la guerra, ofreciendo un cuadro tan amplio como complejo del desarrollo de la tercera y última de las guerras carlistas, en el que quería hacer resonar la voz «de todo un pueblo». Pese a la audacia y los logros de su empeño, Valle desistió de prolongarlo, insatisfecho con su desarrollo.
Pasarían más de quince años hasta que viera la luz, en 1926, su siguiente novela, Tirano Banderas, con la que el escritor alcanza una de las cimas de su arte prodigioso, que lo es también de toda la narrativa del siglo XX, en la que inaugura un fecundo linaje: la «novela de dictador».
Reseña:
«Valle-Inclán se recojía en su lengua, se hundía hasta la raíz en su lengua, le hacía dar flor y fruto a su lengua.»
Juan Ramón Jiménez