Con La bruja del ámbar, Meinhold quiso inaugurar un nuevo género literario al que dio el nombre de «narraciones de crónicas», un género que despertó un interés inusitado, sobre todo en Inglaterra, donde sus obras, alguna traducida al inglés por la madre de Oscar Wilde, entusiasmaron a los prerrafaelistas Rossetti, Burne-Jones y William Morris.
La bruja del ámbar, al margen de suponer un brillante argumento religioso contra algunos aspectos del protestantismo, aparte de su carácter de novela histórica o de su contenido literario terrorífico o sobrenatural, puede leerse como una novela de suspense, pues la historia de Mary Schweidler pone en el tapete una denuncia falsa de brujería por venganza, un proceso judicial amañado en el que se intenta comprar o presionar testigos, la búsqueda de pruebas exculpatorias y un elemento de suspense, la sentencia, propio de las novelas y películas de procedimiento judicial.