Inferno, magnífico y terrible relato autobiográfico, en la confidencia de las crisis que sufrió el autor entre 1894 y 1897, tras su segundo matrimonio, y que lo sumieron en un violento delirio de persecución: el resultado fue una profunda transformación espiritual que orientó sus búsquedas artísticas por vías nuevas. Pero para llegar a ese desenlace de su crisis, la agitación llevó a Strindberg a encontrar en todo, por medio de sus investigaciones ocultistas y químicas, la existencia de unas correspondencias misteriosas, de repentinos presagios, de azares insospechados, de persecuciones de «potencias» o poderes ajenos a este mundo. Strindberg iba a aprovechar esa experiencia como materia para los dramas oníricos de su última etapa: La danza de la muerte, Sonata de espectros, Sueño y la trilogía final, El camino de Damasco, en los que sus personajes se adelantan a las teorías de Freud. Esos dramas oníricos dieron nacimiento al expresionismo dramático e influyeron en dramaturgos como Pirandello y ONeill, como el alemán Werfel y el francés Lenormand. La crisis de Inferno permite adentrarse, a través de repentinos relámpagos, en profundidades abisales, y ofrece la imagen inquietante de un mundo que trata de recobrar el equilibrio perdido.