Bergman no abandona sus temas favoritos: la severidad de las convenciones religiosas y sociales, el sentimiento de culpa, los complejos conflictos del amor, su estrecha relación con la muerte del alma y, a veces, sólo a veces, la posible redención.
Anna Akerblom lleva casada doce años con el pastor Henrik, hombre inestable al que, con el paso moroso del tiempo, ha aprendido a detestar. Y, a su alrededor, todos parecen confabularse para hacerle la vida imposible: sus padres, que en su momento le advirtieron del riesgo de esa unión, la hostigan recordándole sus deberes conyugales; Tomas, su amante, músico y estudiante de teología, amigo de su esposo y varios años más joven que ella, la deja sola con sus remordimientos. Obligada por la tensa atmósfera que la rodea, Anna confiesa su adulterio ante la mirada enajenada de su marido. En plena desesperación y dispuesta a la peor venganza, vislumbra de pronto un recuerdo: hace mucho tiempo, su confesor, el tío Jacob, que ahora yace moribundo víctima de un cáncer, le había advertido de que se guardara de las infamias cometidas en nombre del amor.