Los autores no mueren si hay lectores fieles que sepan revivirlos. Cada época tiene sus escritores preferidos. Los hay que aparecen y desaparecen según gustos, modas e intereses. Otros perviven en el tiempo porque rezuman sabor de eternidad, convirtiéndose en un «clásico». Hermann Hesse es uno de ellos. No en vano es el escritor alemán (transterrado en Suiza) más leído del s. XX, y lo que es mejor: sigue vivo en el s. XXI gracias a la fidelidad de sus lectores-seguidores.
Su trayecto vital amores, crisis, encuentros, luchas políticas, anhelos poéticos, tensiones espirituales, pasiones y esperanzas podemos conocerlo a través de sus cartas, de su obra poética, narrativa y pictórica, además de sus artículos y ensayos.
Pero nada de ello puede sustituir a su voz. El tono, la intensidad, la modulación, el «tempo» con que se dice una serie de palabras en suma, la música que está detrás de las palabras, la pasión que está detrás de esa música, la persona que está detrás de esa pasión (Nietzsche) es lo que con atrevida osadía el autor de este libro-obstinación ha pretendido al convertirse en la voz cedida por Hermann Hesse.
Escucharle sin eco alguno, hace más diáfana nuestra propia voz interior que, como Hesse, desea llevar a buen término el proyecto personal de encuentro con uno mismo, con los otros y el mundo en este momento histórico de incertidumbre y tensiones, muy similar al que a Hesse le tocó vivir.