El autor combate la presunción de que sea la presencia de los inmigrantes la que origina las corrientes xenófobas y racistas. Antes bien, sostiene que el racismo y la xenofobia, siempre latentes en nuestra sociedad, han encontrado en la creciente población extranjera la ocasión de manifestarse, lo que supone un desafío para el Estado de derecho al tiempo que pone a prueba el alcance y contenido del concepto de tolerancia.
En España ante el desafío multicultural se cuestiona la idea de que las culturas sean universos cerrados y de que estén dirigidas a una inevitable confrontación. El libro es una reivindicación de la política como espacio de decisión, el territorio de la razón práctica, susceptible de intervenir para asegurar la vigencia de los derechos fundamentales en el orden interno, y también en las relaciones internacionales, sin incurrir en la concepción maniquea que consiste en designar los lugares en los que radican el Bien y el Mal, ni caer en la tentación de construir una "fortaleza europea" pretendidamente inmune a la emergencia del otro.