Cuando terminé de leer me quedé mirando a Elvira y descubrí que ahora la veía de una forma muy diferente a la mujer que yo conocía y que pedía cigarrillos a los clientes de la cafetería. Había presenciado su cambio en cada una de las estaciones y al final, como si formara parte de la primavera, había renacido, resurgiendo en todo su esplendor, recuperando todos sus anhelos más profundos y con la fuerza suficiente para materializar su sueño.