Pocas veces se hace tan pertinente la reedición de un libro como en este caso. La anómala vigencia de este texto, la lucidez de sus páginas, tiene que ver no con la necesidad de mirar atrás, sino de reseguir los polvos para no olvidar de dónde vienen estos lodos.
Porque fue por entonces cuando empezó a germinar el proceso de una construcción nacional que a muchos les pareció de cartón piedra, erigida, en cualquiera caso, con materiales que se creían de derribo: un romanticismo de andar por casa, un imaginario (lingu?ístico-cultural) risible de puro pacato, un historicismo saturado de naftalina, una religiosidad que conjugaba sabiamente sacristía y mancebía? Pero pocos como el autor vieron los riesgos de ese aparente arcaísmo: la sumisión, entusiasta o remunerada; la asunción general del discurso del patriotismo y el abandono del de la ciudadanía.
Una obra que deja el regusto amargo de una profecía involuntariamente autocumplida: la asfixia del pensamiento independiente, del espíritu crítico y de la capacidad de «impugnación del modus vivendi dominante».