Tanto en la ficción como en la vida cotidiana, la capacidad de poder registrar cuanto se hace para poder dar fe de aquello que se hizo es una posibilidad nada remota. Con ayuda de sistemas altamente sofisticados, la mirada penetra cada vez más en nuestras prácticas sociales. Y las registra y almacena para que puedan ser utilizadas más adelante. La sutileza del mecanismo es tal que contribuimos a ello mediante el uso que hacemos de esa misma tecnología, entonces registramos, hacemos fotos y grabamos continuamente. En ese sentido, para el Estado, el concepto de videovigilancia constituye un aparato de control que le permite dar cuenta de esas formas de hacer que tiene su población.