«Dos horas más tarde, el inspector Thomas Pitt cerraba la puerta del matadero e iluminaba el patio con su linterna. Miró el cadáver, que yacía tal como lo había encontrado el agente. Su aspecto a la tenue luz del amanecer incipiente era grotesco. Lo observó. El muerto no tenía el menor rastro de sangre en las manos. Incluso las uñas estaban limpias, lo que resultaba muy curioso en cualquier persona que frecuentara una zona como aquella...» En las brumosas calles del Londres victoriano se cometen varios asesinatos inexplicables cuyo turbio móvil remite a oscuras pulsiones sexuales. Solo el inspector Pitt, con la ayuda de su perspicaz esposa Charlotte, conseguirá esclarecerlos.