El subcomandante de Auschwitz, Karl Hocker, encontró en la música de un violín la parte humana que la SS le arrebató. Por las noches, los vibrantes sonidos del violín de Halina envolvían el Solarium, mientras a unos centenares de metros, miles y miles de semitas morían por mandato de Hocker. ¿Cómo podía una judía amar al hombre que estaba aniquilando a su pueblo?