Mama Peace está totalmente integrada en su nuevo entorno, feliz con su trabajo y las nuevas amistades que ha hecho.
Su vida se encuentra sumergida en la placidez de la rutina, pero todo cambia cuando acude para cuidar al pequeño Olisa, el cual se encuentra ingresado en una clínica. De nuevo se ve inmersa en una situación difícil a la que no se siente capaz de dar la espalda, sin hablar de la situación sentimental del joven Richard, lo que tampoco le proporciona la tranquilidad que ella considera que debería estar disfrutando una abuela de sesenta años.