El hecho de apoyar el bolígrafo o la pluma sobre el papel y empezar a escribir es un proceso mucho más complejo de lo que pueda parecer a simple vista. Se compone a partes iguales de aperturas y renuncias; de desnudeces y velos; de valor y cobardía.
Implica tener conciencia de la propia inconsciencia; abrir puertas y ventanas y a la vez tapar rendijas; pequeños orificios por los que se evapora lo esencial, lo íntimo.
Implica autocensurarse y al tiempo tener la libertad suficiente como para ignorar la propia censura.
Es en esos momentos cuando no hay peor enemigo que el papel en blanco y a la vez tampoco mejor confidente, dispuesto a todo. Abierto a todo. Expectante. Y ahí empieza el reto, la aventura, la maravillosa sensación de lanzarse al vacío abandonando en la caída las capas, los velos, las cadenas e incluso algunos pocos fantasmas; sujetarse con fuerza a las palabras?
Y decir.
Paloma Gómez