José Fuster, ante el lecho de muerte de su tía Concha, discute con su amigo Antonio, jesuita, por cuestiones de la herencia. La discusión les lleva a un profundo enfado que amenaza romper una amistad de toda la vida. Entre tanto, el periodista Córdoba, antiguo compañero de internado, desde su periódico denuncia incansablemente la corrupción que practican las autoridades ante una sociedad que, apática, parece no enterarse. El periódico es clausurado y los periodistas perseguidos y algunos de ellos encarcelados.
La familia de su amigo Amador, músico, abandonada a su suerte se desliza hacia el precipicio de la inconsciencia, y actúa de forma irresponsable e impensable en una familia de fuertes convicciones religiosas.
Y la pesadilla de sus primos, de quienes tantas aflicciones soportó en tiempos pasados, tras años de silencio reaparecen en su vida, y como siempre ha sucedido con ellos, otra vez serán motivo de grandes sinsabores.