El símbolo del mundo que invade este libro es la ciudad. El poeta nos enfrenta a la ciudad y nos invita a recorrerla, no una ciudad cualquiera ni una ciudad específica, sino «la ciudad»: la idea que resume a la ciudad de nuestros tiempos, la que se vive en Santiago, en Miami, en Moscú y en Shangai. La ciudad gris. La morada del cemento, del humo, del ruido, de la urgencia. La ciudad de la usura, que es su piedra angular, la fuente envenenada de la cual derivan todos los males y de la cual bebe con ansias la colectividad sin advertir su carácter deletéreo.