Algunos están hablando del fin del proceso secularizador en el paso de la «modernidad» a la «posmodernidad» y del arranque de un deseado «reencantamiento» del mundo. Mientras tanto se nos está escapando otro proceso que sí podemos observar y que está en marcha acelerada en los últimos tiempos. Me refiero al complejo proceso de «sustitución funcional» de las iglesias como organizaciones principales del sistema de la religión. Las diferentes instancias de poder (entendido como definidor de «realidades») disputan a las iglesias el ejercicio de funciones que anteriormente le eran atribuidas. La paradoja central de las sociedades policontexturales consiste en que una vez desalojados los distintos poderes de su nicho de supuesta atemporalidad («eternidad») y validez permanente para cualquier contexto («universalidad») siguen empleando como recurso epistemológico esa posición privilegiada. El complejo entramado del poder, en las sociedades policontexturales, se constituye por la pugna entre distintas instancias: el Estado, el mercado y las empresas de fabricación de realidad. Todas ellas tendrían poder sólo en tanto en cuanto lograran definir como reales determinados aspectos de su ámbito de competencia y obtener de los correspondientes públicos una confianza reductora de la complejidad. Como salida de esta situación se propone un nuevo programa de actuación democrática de las instancias que intervienen en los campos sistémicos diferenciados. El programa de sustituir la centralidad del poder por la recurrencia de la comunicación.