La clave está en que la vida puede observarse desde el punto de vista de la teoría de juegos (la lógica de «suma cero» y «suma no nula»): del mismo modo en que en algunos juegos el triunfo de un jugador no supone la derrota de los demás jugadores, la vida nos enseña que de la acumulación de juegos nace la complejidad social y la globalización.
Wright guarda un as en la manga: si la implacable lógica de juegos señalaba desde los orígenes del hombre hacia la vida actual, entonces el destino desafía al caos mundial con una prueba de imaginación. «El destino de nuestra especie es elegir... Como protagonistas que somos, no podemos eludir sus consecuencias», afirma, e insta al lector a reflexionar.