Mujer desnuda, mujer negra es un viaje al erotismo actual africano, un mundo en el que el sexo aflora cotidianamente con toda naturalidad, pero que no tolera que se viva a tumba abierta. De ahí que, en esta novela, no haya «sostenes de encaje, ni medias de rejilla, ni braguitas de seda carísimas, ni perfumes de rosa o gardenia, y menos aún esas poses rituales de mujer fatal sacadas del cine o la televisión», porque Irène, la joven protagonista, se propone «escarbar en las entrañas de la tierra, sondear en lo más profundo de los abismos, donde el ser se desintegra, muere y resucita sin guardar nunca el menor recuerdo».
No es de extrañar que la crítica haya dicho que Mujer desnuda, mujer negra es «como un puñetazo, inteligente y bien construida, donde el sexo nunca es gratuito y siempre gozoso», pues en ella «la carne no es triste, sino triunfante, jubilosa».