En los últimos años, la figura de Miguel Jacinto Meléndez ha ido cobrando un reconocimiento cada vez mayor dentro del panorama de la pintura madrileña del primer tercio del siglo xviii, un periodo de transición entre el Siglo de Oro y la creación de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, más complejo, rico y novedoso de lo que se pensaba. En sus cuadros hay una curiosa fusión de tradición y modernidad, de fidelidad a las enseñanzas de la pintura barroca madrileña, sobre todo en la de temática religiosa, junto a una clara influencia en el retrato de los gustos imperantes en la Corte de Felipe V. Su obra es un buen ejemplo de la pervivencia de la tradición seiscentista hasta bien entrado el sigloxviii, pero ya abierta al incipiente Rococó.