Memorias y aventuras de Barry Lyndon (1844) recibe una vivificante influencia de la novela picaresca española del Siglo de Oro, que la emparenta con otras memorables novelas biográficas como Moll Flanders, Tom Jones o Tristram Shandy, aunque el caballero Lyndon no es propiamente un pícaro del siglo XVIII, sino, como él mismo dice, «un hombre de mundo». Y un hombre de mundo es aquel que es diestro en disciplinas tan dispares como «la filosofía natural, o ciencia de la vida, la equitación, la música, el salto, el manejo de la espada, el conocimiento de un caballo, los modos de un caballero distinguido...», aunque sus enemigos, que son los nuestros, podrían perfectamente tacharle de ladrón, estafador, jugador de ventaja, duelista, matasiete, embustero, traidor, y, si la situación así lo requiere, de secuestrador e incluso asesino. La nostalgia, un tanto paródica, del Antiguo Régimen recorre estas memorias del caballero Barry Lyndon plagadas de lances, aventuras y viajes.