A sus treinta y cinco años de edad y desesperado, Jules Firesson se divorcia y deja su empleo. En la calle y en la ruina, no tiene otro remedio que irse a vivir al sótano de un edificio, donde irá cayendo en un pozo llamado alcoholismo acompañado por su gran amiga ginebra. La degeneración, la depravación y la adicción irán invadiendo su vida motivadas por amistades surrealistas y sus propios pensamientos.