La Víbora es una tragedia avisada, cargada de grandes dosis de humanidad donde no hay héroes ni villanos, sino personas salvajemente zarandeadas por la vida que, a duras penas, tratan de rehacerse del duro golpe del destino que, como desgarrador soplo de viento, un día echó por tierra todos los sueños, proyectos, ilusiones y esperanzas de los protagonistas.
La novela nos plantea una lucha por la supervivencia psicológica y la búsqueda del sentido y el control de las propias vidas en un mundo heredado y hostil donde el odio todo lo impregna, la ternura se marchita y la atribución externa de todo lo que nos ocurre se acaba convirtiendo en una necesidad vital y cotidiana.
Su personaje central Juliana, la Víbora, eje el que gira la trama principal y máximo exponente de esta lucha por la supervivencia (que hay que conquistar incluso a costa de la propia vida) nos presentará una trama compleja y cruel a la que solamente ella podrá poner fin en las últimas páginas.
En este escenario, los jóvenes amantes sólo pueden huir, separarse o dejarse envolver por ese cálido y envolvente bochorno capaz de corromper toda ilusión, sentimiento de pureza y ternura.
Pero, por encima de un asombroso final, lo que José Ruivary nos presenta en esta novela, es un exquisito proceso a través del cual, mi querido profesor, bucea excepcionalmente por los entresijos de la naturaleza humana, lo profundo, lo recóndito, lo prohibido, lo innombrable y al mismo tiempo lo atemporal y permanente.
Ignacio Gómez Marroquín,
Profesor de la Universidad de Deusto, Bilbao.