El relato recoge testimonios de los protagonistas, vivencias de la época, fotos del lugar y poesías del propio autor sobre personas e historias que le resultan muy cercanas y familiares. A través de los ojos inocentes de un niño, Molina logra situar al lector en una época de posguerra y auténtica necesidad en la que es imposible olvidar a los ángeles buenos que ayudaron a éste y a muchos otros niños a no perder la inocencia ni la esperanza. Un magnífico documento también sobre los trabajos y quehaceres diarios en un caserío de Orduña en los años 50.
Una historia que, aunque sucedió en años de infortunios y miserias, puede ayudarnos a comprender que hoy y siempre son necesarios esos ángeles para tantas personas que solicitan nuestra ayuda para conseguir una vida digna, sin sentirse intrusos en nuestra sociedad.
Mercedes Gracia. Periodista