Cuando vives lejos de tus familiares en el cuarto piso sin ascensor de un antiguo edificio, lo peor que te puede pasar es que suceda algo inesperado que te confine en casa y te deje a merced de tus vecinos.
Samantha está desesperada. Romperse el pie el primer día de trabajo ha sido el broche de oro a unos meses que han llegado cargados de pequeñas desgracias. Ahora está sola, aburrida y malhumorada y, para colmo, las manecillas del reloj se empeñan en avanzar muy despacio.
Aunque esa sensación de vivir una y otra vez «el Día de la Marmota» se romperá con la llegada de Héctor, un vecino temporal que no va a dejar indiferente a nadie. Al principio, Sam duda si permitirle o no entrar en su vida, los prejuicios actúan en su contra, pero Héctor conseguirá derribar esas débiles murallas y revolucionar su pequeño mundo.