En ocasiones, son los mayores naufragios los que conducen a islas afortunadas. El primer combate nietzscheano contra la cultura se había saldado con un clamoroso fracaso. Nietzsche había quedado desprestigiado como filólogo y, al poco tiempo, parecía desertar de las filas de su propio ideario, renunciando a las expectativas depositadas anteriormente en la ópera wagneriana como obra de arte del futuro. Comenzaban los años de filósofo errante. Sin embargo, sería a través de esta larga travesía por el desierto de los falsos ídolos de juventud como comenzaría a despejar su más genuina respuesta a la gran crisis abierta en la modernidad por el anuncio de la muerte de Dios.