De todas las obras de literatura portuguesa de viajes, La Peregrinación es la que da más sentido al término. No se trata de una narrativa de descubrimientos o de exploraciones, sino del relato de los lances que sufre Fernão Mendes Pinto desde que en 1537 embarca en Lisboa hacia Oriente hasta su regreso veintiún años después entonces decide escribir sus experiencias de viajero para sus hijas, como ejemplo de la precariedad de la vida. Constituye un documento de gran importancia sobre la realidad y la cultura del Extremo Oriente en el siglo XVI, lugares llenos de misterio y fantasía prácticamente desconocidos por los occidentales. También aporta las primeras informaciones de las misiones jesuíticas y de la presencia de San Francisco Xavier en el Oriente.