Nuestra época padece sobredosis de moral. La cultura contemporánea ha creído de manera tan precipitada como pueril en que a los males de este mundo se opone toda una robusta batería de normas, valores, criterios y principios, llamados morales, que son los que tendrían vigencia si la humanidad fuera racional, benéfica, atenta y cuidadosa. Aunque abundan las disputas sobre cómo describir todo lo anterior y sobre qué hacer para perfeccionarlo, no suele haber dudas sobre su existencia o, por lo menos, sobre la conveniencia de que exista. Pero quizá esté llegando la hora de desintoxicarse de tanto exceso.
En este libro, provocativo y audaz, se sostiene que la moral no es un sistema de normas sino un laberinto de anomalías. Comprende cuatro ensayos sobre otros tantos aspectos del funcionamiento de la moral y, usando como hilo conductor la noción de responsabilidad, muestra que lo esencial de esta idea (y de los demás conceptos morales) son sus excepciones y sus quiebras. La moral que merece la pena no proporciona valores seguros ni orientaciones útiles. No le arregla la vida a nadie: más bien se inventó para complicarla irremediablemente.