Antonio Martín Cepero narra la realidad que percibe «quiero que sepas que entristece/más el llanto que nunca existió». Aunque deja que la esperanza aflore «nada perdura ni la agrisada sombra/que vela el consciente reflejo que dejó». Su personal forma de expresar nos muestra la magia que habita en su lenguaje y nos hace que nos sintamos solidarios con sus deseos «la espera aún será larga quién sabe cuando amanecerá» y añade «no olvides que el tiempo sólo existe/para los relojes que atrasan al amanecer». El autor se abstrae y deja que aparezca en su andadura rítmica la asombrosa fragilidad «nadie ya te nombrará ni siquiera el viento/que silenciará tu nombre ebrio de soledad». Esa que sola «se desmiembra con la fugacidad del olvido» para que los recuerdos se diluyan «enamorados del silencio/entendimos que la felicidad/consistía en sentirnos vivos».