La meditación de Derrida sobre Abraham en Dar la muerte incluye una lectura del Temor y temblor de Kierkegaard. El secreto requiere que el patriarca abandone la ética, lo que fundamenta las normas para la existencia, las leyes, y las reglas sociales en las que la libertad se basa. Derrida medita sobre lo indecible que hace a uno temblar, en una responsabilidad que no tiene base racional y sobre la naturaleza del sacrificio, la justificación de tal secreto, y la relación entre el secreto y la responsabilidad. La obediencia a un mandato de Dios requiere dar la muerte, sin expectativa de premio, ni de reciprocidad, solo con esperanza. Es un don sin motivo, un don enteramente inconmensurable con lo que es humanamente comprensible. Las religiones postulan el respeto absoluto por la vida y, también paradójicamente, el sacrificio, incluso humano, por no hablar de las guerras de religión o de los terrorismos. ¿Es posible establecer la prioridad del autosacrificio fundamentado no en bases utilitaristas, sino en su estatus de don individualista radical? Responsabilidad y sacrificio se fundamentan en el mysterium tremendum, y trascienden la ética y la moralidad tradicional. Esta historia bíblica golpea el sentido común y muestra unos valores aún presentes en el mundo contemporáneo, en los que una interpretación de orden religioso hace temblar los principios éticos que, al menos, en nuestra cultura se han desarrollado a partir de bases religiosas. Esta lectura propone una declaración de la conciencia humana como la autoridad evidente en la decisión personal. La conciencia no puede aludir a nada fuera del individuo.