Los cuentos de Helena Petrovna Blavatsky tienen un poder de inquietud, igual que su mirada en los retratos antiguos. En «La cueva de los ecos», hecho real según la autora, un espíritu, envenenado por la tristeza de su asesinato y el deseo de venganza, vuelve a la vida encarnado en el cuerpo de quien más ama su enemigo. «El alma de un violín» es una de las mejores narraciones de toda la literatura fantástica, donde la ambición de perfeccionamiento y de belleza hace que un músico instale en su violín cuerdas fabricadas con intestinos humanos: el noble amor se transforma en instrumento del mal, llevando al límite la sospecha de que el alma humana pervive en los objetos que le pertenecieron en vida y en la carne que fue. «Una vida encantada» relata el viaje astral hasta Hamburgo, a través de la corteza terrestre, de un escéptico materialista que vive en Japón atormentado por la falta de noticias de su familia, que dejó en Europa. Sus historias suceden, de alguna manera, en el infierno de nosotros mismos. Sus protagonistas son nuestros demonios y condenados: fantasías y existencias prohibidas que confinamos en el subconsciente durante un amanecer lejano al despertar de una poderosa pesadilla, allá, en el alba de nuestra adolescencia; comportamientos que repugnaron a nuestra moral más despiadada; silencios a la muerte; miedo a los dedos que tocan nuestra piel dormida desde el más allá.