Muchas de las preguntas que constituyen el ámbito de eso que llamamos filosofía no tendrían ningún sentido si no existiera el tiempo. Lo novedoso de sus formulaciones y su propia vigencia ?mucho más que los resultados, pues la filosofía es más un arte de preguntar que un compendio de respuestas? dependen del hecho de que quien las formula está (paradójicamente) arraigado en ese fluir continuo que es el tiempo. Digo esto porque la cuestión de la que voy a ocuparme en lo que sigue ?la crítica de Nietzsche al Romanticismo? ha sido considerada por muchos desde hace mucho tiempo. Pero volver a ella merece la pena, en la medida en que nos permite comprendernos mejor a nosotros, los que hoy la formulamos.