Pero, ¿quién es Krak? Difícil responder. No se trata de un ser cuya entidad específica pueda ser descrita, sino de una criatura extraña, de una fuerza desatada, que siembra el caos a su alrededor. Espíritu, antes que personaje, que deambula por la vida y por la escritura de nuestro poeta, surgido de no se sabe dónde: él, sin embargo, aseguraba haberlo visto, haber mantenido una rara relación de amor-odio con semejante ser, cuando éste hacia el otoño de 2008 lo visita por vez primera. Un espíritu que perturba y desordena el buen orden del poema, y que, al propio tiempo, genera disturbios sin cuento en el ya de suyo intranquilo vivir de los últimos días de nuestro escritor. Desde que Krak entra en la vida (y en la poesía) de José María Millares, acomete con brutalidad burlona al ya frágil y debilitado escritor que, gracias a intruso tan impertinente, recibe la fuerza necesaria para cumplir un descarado y descarnado ajuste de cuentas consigo mismo y con la poesía habitual que encuentra en torno suyo: cada poema, un bastonazo inmisericorde. ¿Qué poeta, entre los españoles de esa edad, se ha atrevido a tanto?
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