Mientras el tiempo, en su inexorable transcurrir, va acercándose a la fecha del 23 de febrero de 1981, Julián Altemir, exiliado voluntario en Londres, de una de cuyas universidades es profesor de español, pone en conocimiento de Ángela, su novia y compañera de staff, en sucesivos relatos, lo acontecido en Granada, casi veinte años atrás, cuando él y otros jóvenes que apenas habían rebasado la adolescencia intentaron investigar acerca del paradero de la tumba de Federico García Lorca, intento que terminó en tragedia.