La oposición y las dificultades de todo tipo que encontró estuvieron a punto de destruir su obra, pero Calasanz -paciente como Job y tercamente seguro de que, al final, la Orden y las escuelas renacerían más extendidas y eficaces que antes- siguió confiando y esperando contra toda evidencia. Y los hechos demostraron que sus ideas no eran desvaríos de un anciano soñador, sino visiones de un profeta, de un testigo cercano al corazón de Dios.
En estas páginas se presenta la figura histórica del "pionero de la escuela popular" y de su obra, entre las luces y las sombras del ambiente eclesial de su tiempo, y con toda la originalidad de su visión pedagógica.