Gente del Bajo muestra una ciudad prohibida muy propia sin abusar de
pintoresquismo. Y esa ciudad nos captura, nos encanta.
El Bajo tiene su mitología soterrada, llena de personajes y escenas que
amplían una picaresca emergente. Los relatos de este libro de Antonio
Dal Masetto nos permiten adentrarnos en la vida de gente semejante y a
la vez distinta. Como enseña a observar el costumbrismo, al parecido
superficial entre las personas es necesario agregar siempre esa cuota de
color capaz de establecer, si bien no una diferencia rotunda, el rasgo
perfecto que singulariza. El juego de fuerzas encuentra así en Gente del
Bajo un desarrollo armónico, que nos facilita el acceso a un fondo
imprevisible novelesco de bodegón donde se aclaran, modestamente,
enigmas universales.
Como Joyce con Dublín, como Felisberto con Montevideo, Dal Masetto
encuentra, dentro de una economía muy estricta, los matices
deslumbrantes de la gente desatada de su ámbito de trabajo y puesta a
remontar, en la geografía más adecuada, la larga noche. Gente del Bajo
muestra una ciudad prohibida muy propia sin abusar de pintoresquismo. Y
esa ciudad nos captura, nos encanta.