Podrá parecer raro, paradójico, pero es un hecho: los filósofos modernos, que, a diferencia de los antiguos, han puesto el ?yo? en el centro del Universo, tanto lógico como real, se han preguntado poco o casi nada sobre lo que les es más propio, sobre su lenguaje. No sobre el ?contenido? del lenguaje, sobre lo que el lenguaje puede ?significar? ?sobre sus límites y sus posibilidades, sobre la diversidad del significar artístico, científico y de la vida cotidiana?, pues este ?contenido? o ?significado?, entendido en su acepción más amplia, se fue convirtiendo cada vez más en el tema central de sus reflexiones, sino el lenguaje practicado por ellos mismos al y para hablar del lenguaje: sobre la relación que su práctica del lenguaje tiene con lo que puede decirse en general sobre el lenguaje, y ante todo sobre la posibilidad y los modos de llevar al lenguaje, al ?significado?, su práctica ?significante?.