Aprovechando una larga ausencia del marido, Anne Cumming abandona ella también en 1952 las brumas londinenses por el norte de Africa en busca de un amor que parece extinguido. Al llegar a Marrakech, se instala en una habitación con vistas a la plaza del mercado, en el corazón mismo de la Kasbah. Llevada por su arrolladora curiosidad, se aventura en los burdeles del quartier réservé y pone a prueba el encanto de dos fornidos árabes conocidos como los Gemelos Celestiales. Tras ser detenida como sospechosa de espionaje, se sube a un autobús de línea y atraviesa el desierto en busca de los legendarios hombres azules de Goulimine.
En esa extraordinaria «odisea», la autora nos hace cómplices, con una sinceridad y un candor muy convincentes, de sus exóticos viajes y sorprendentes actividades sexuales, desde la sofisticada orgía parisina hasta el apasionado romance con un gángster tunecino. También nos hace partícipes de sus reflexiones sobre el envejecer, sobre la amistad, la maternidad, el matrimonio, los amantes y sobre el amor del único hombre a quien amó, el escritor y artista Brion Gysin, con el cual, paradójicamente, jamás llegó a acostarse.