No en vano, el crítico del prestigioso periódico The Scotsman escribe de ella: «Una sátira sensata, conmovedora y en muchos momentos divertida contra las fuerzas del terror. Ante la muerte arbitraria y violenta y el conflicto del genocidio, Wilson celebra la humanidad. No nos ofrece soluciones, pero nos enseña lo mejor y lo peor de nosotros con sentido común y una gran ternura redentora». Señalemos que la novela se desarrolla en el Belfast anterior y posterior al alto el fuego del IRA en 1994.
«Todas las historias son historias de amor», así empieza Eureka Street . Pero no todo es precisamente amor en el Belfast por el que transitan dos amigos treintañeros, Chuckie Lurgan y Jake Jackson. Mientras van apareciendo por toda la ciudad las misteriosas siglas OTG sin que nadie sepa qué representan, ni quién las escribe, Chuckie, protestante, gordo y pobre, se hace rico de la noche a la mañana por medios legales, pero inmorales, y se lía con Max, una inteligente y guapa norteamericana. Jake, en cambio, que es católico y vive como puede, pasa una mala racha porque le ha abandonado su chica. Una galería de personajes casi dickensianos -Max, Roche, un niño de doce años, rebelde y deslenguado, Peggy, la madre de Chuckie, con su peculiar manera de encontrar la felicidad- invade las historias entrelazadas de los protagonistas mientras en la ciudad, conmocionada por la aparición de una posible nueva facción terrorista, empieza a cundir el pánico.