Aunque la cabeza aún no le falla, los ojos de Elizabeth ya no son lo que eran. Como ya no es capaz de enfrascarse en sus adorados libros ni de contemplar los cuadros que la conmueven, llena ese vacío con música y los recuerdos de su familia, en especial de su amada hermana melliza, Emily. Cuando por azar se descubren los diarios de su padre el pasado se vuelve omnipresente.
Con la ayuda de Morgan, una adolescente problemática que realiza servicios comunitarios en su residencia de ancianos, Elizabeth estudia los diarios, un viaje a través del tiempo que acerca a ambas mujeres. Entrada tras entrada, esta improbable pareja de amigas se va sumergiendo en un mundo que dista mucho del que habitan: la isla Porphyry en el lago Superior, en Canadá, un lugar de naturaleza bellísima pero salvaje e incluso peligrosa, donde el padre de Elizabeth se encargó del faro setenta años atrás y creó su familia.
A medida que las palabras de esas páginas mohosas cobran vida, Elizabeth y Morgan comienzan a darse cuenta de que sus destinos están conectados a la isla remota de una manera que nunca habrían imaginado.