Acompañada de una revitalización de la colegialidad, que aún debe definirse, la reforma de la Curia romana, tal como ha sido anunciada por el papa Francisco, no será solamente administrativa. Rechazando la autorreferencialidad y el clericalismo, el Papa propugna una eclesiología de comunión que profundice en los vínculos entre obispo y fieles (más sinodalidad) y, lógicamente, entre los obispos de una misma región (más colegialidad). Al enraizar su primacía en el hecho de ser el obispo de Roma, él la ve como servicio a la comunión de las iglesias, en plural. Al dejar de estar por encima de los obispos, la Curia tendría que rendir cuentas tanto a ellos como al Papa. Al mismo tiempo, se corregiría la concepción universalista actual del Colegio de los Obispos, al que puede pertenecerse a título personal, y la pasividad de las iglesias locales, privadas de palabra en la elección de sus pastores.